Comentario
El reforzamiento del poder real era una condición necesaria pero no suficiente para la restauración de España que pensadores y políticos reformistas pretendían. Junto al cambio de la planta política de la monarquía, debía procederse con urgencia a la revisión radical de la mecánica administrativa. En la reforma de la administración pública, centralización y uniformidad fueron las dos palancas principales que se pusieron en marcha, a veces con radical dureza. Siguiendo los aires universalistas de la Ilustración, se fueron imponiendo dos ideas básicas: que las medidas de gobierno debían afectar a todos por igual y que un país moderno era aquel que tenía sus leyes y costumbres más homogéneas. Como argumentaba el abate Miguel Antonio de la Gándara en sus Apuntes sobre el bien y el mal de España en 1759, precisamente el año que Carlos III llegaba desde Nápoles: "A la unidad de un rey son consiguientemente necesarias otras seis unidades: una moneda, una ley, un peso, una medida, una lengua y una religión".
El proceso centralizador requerido debía realizarse primero con la administración para posteriormente recabar su ayuda en la tarea uniformizadora. En realidad, la necesaria reforma administrativa era el producto indirecto de la poca confianza que los ilustrados españoles tenían en la propia capacidad regeneradora de la sociedad hispana.
En cambio, se mostraban convencidos de que una administración preparada sería un eficaz impulsor de los necesarios cambios. Los reformadores estaban persuadidos de que las leyes justas creaban realidades deseadas y de que para dicho paso era menester una burocracia que estuviera a su servicio. Los Borbones se propusieron, y lograron en buena medida, lo que había sido el viejo anhelo de los Austrias: crear una monarquía administrativa cuyas acciones gubernamentales fueran cumplidas al unísono por todas las clases y todos los territorios. Es decir, una nueva administración acabaría por solucionar, en la creencia de los más conspicuos reformistas, los problemas de constitución política que la monarquía arrastraba.